Me extraño.
Dulce es el recuerdo de aquellos veranos donde no veía luz del sol. Cuando este se sumergía en el pacífico y las gaviotas retornaban a sus rocas, yo me preparaba para ir a nadar al río cercano a casa.
Por más de una hora nadaba y refrescaba mi pálido cuerpo, observando como las estrellas comenzaban a aparecer en el río.
Al salir, sentía el frío de la noche de verano. Aquella suave ventisca que secaba las gotas que quedaban en mi pecho y cara.
He perdido no sólo el color pálido de la piel, y he ganado en arrugas y malos ratos.
He perdido vida y juventud. He perdido alegría y me he sumido en el sucio letargo citadino. Extraño huir de casa por las noches y montar en la roca más alta que da al mar. Oír el rugir del Pacífico y como se azota contra el roquerío tratando de abrazarme y llevarme con él. Extraño fumar un cigarrillo y compartirlo con el agresivo viento sur.
Extraño no sentir las manos, ni las ganas de volver. Extraño perderme en mi paraíso y no tener que volver a ningún lado.
Extraño ser dueño del mar y que este fuese mi Dios.
Extraño el canto de extraños seres nocturnos, extraño las sombras en los bosques, extraño las luciérnagas revoloteando a mi alrededor.
Extraño a la Luna bañandome con su luz.
Extraño mi vida.
Un regalo... Dead Can Dance y Song of the Nile
Saludos!
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